lunes, 16 de diciembre de 2013

LAS AUTORAS PERDIDAS DE LA GENERACIÓN DEL 27

 Este curso celebramos a nivel andaluz el aniversario de los 100 años de la publicación de Platero y yo.

Pero ¿Cómo separar a Juan Ramón de su Zenobia? Esta mujer, como muchas otras de su época, tuvieron que vivir a la sombra de sus maridos en una sociedad que no apreciaba sus propias obras por tratarse de autoras femeninas.Un ejemplo de ello es la adjudicación de la primera traducción de Tagore al español que se otorga solo a JR Jiménez cuando él no entendía el inglés, sin embargo Zenobia lo hablaba desde niña.

Así lo expresaba la misma Zenobia: “…Después de todo, yo soy, en parte, dueña de mi propia vida, y Juan Ramón no puede vivir la suya aparte de la mía. Y yo no acabo de ver ningún ideal que valga el arrojar una vida, pese a todo lo que se proclama. En esta empresa nuestra, yo siempre he sido Sancho”.



Aquí como en otras obras las mujeres han estado atrás apoyando y sindo obviadas por la historia. Por ello es tan importante recuperar su memoria.

Os dejo a continuación este interesante artículo para ayudarnos a poner las cosas en su lugar. Ha sido publicado en http://www.andalucesdiario.es/ciudadanxs/leon-camprubi-chacel-torre-generacion-perdida-27/ por Vanesa Perondi y os recomiendo su lectura para recuperar nuestra propia memoria.


León, Camprubí, Chacel, De la Torre: la generación perdida del 27

Colaboradoras, compañeras inseparables, grandes mujeres tras grandes hombres. Mujeres que, después de 86 años, siguen sin aparecer en la nómina de los autores que formaron la Generación del 27 o en el ambiente cultural de la época. A Federico García Lorca, Rafael Alberti o Pedro Salinas, entre otros, se suman cuatro grandes autoras que, o han pasado desapercibidas, o sólo han sido conocidas por su relación sentimental con grandes escritores.

Se trata de Rosa Chacel, Zenobia Camprubí, María Teresa León y Josefina de la Torre. “Las grandes olvidadas de la Generación del 27”, como reza el estudio que han realizado Miguel Ángel Díaz y Francisco José Pantión, de la empresa gaditana Eracultura, que durante cuatro años han estado investigando las biografías de estas mujeres para “impulsar el conocimiento literario y dar a conocer sus logros entre los más jóvenes y sobre todo para vincularlo a la igualdad”. Sin embargo, “seguimos con una inercia lastimosa”, que provoca que, incluso en los manuales educativos, hoy no aparezcan lo suficientemente representadas.

Entre relatos biográficos y la lectura de sus versos, Pantión y Díaz presentaron la vida de estas intelectuales en una charla-coloquio, que la semana pasada ofrecieron en la Casa de la Juventud de Puerto Real (Cádiz). Un verso del cantautor portuense Javier Ruibal sirvió para dar inicio al repaso de unas vidas fascinantes, trepidantes y hasta completas. No del todo: porque han sido silenciadas y olvidadas. Pero “¿quién no daría la vida por un sueño? Pues estas cuatro mujeres, dieron la suya por conseguirlo”.

Lorca, María Teresa León y Alberti.

Nacidas en el seno de familias que fomentaban la educación, ellas superaron las expectativas familiares y no sólo fueron educadas e instruidas, sino que sobresalieron por encima de la media de muchos hombres. Rosa Chacel, por ejemplo, leía perfectamente a los tres años. Zenobia Camprubí publicó a los 14 años su primer libro en inglés, lengua que dominaba a la perfección. Y aunque la casaron con 17 años, María Teresa León tuvo clara su vocación literaria y sus inquietudes sociales. Por eso, a pesar de los momentos personales que tuvo que vivir -separada de su marido y de sus hijos, obligada por la legislación de la época-, a los 21 años se lanzó a escribir en el Diario de Burgos dejando patente dos constantes en su escritura: la defensa de la mujer y de los sectores sociales más desfavorecidos. Sólo fue el inicio de un trabajo ingente que incluyó cuentos, novelas, ensayo y guiones de cine en más de 25 obras.

Josefina de la Torre fue la única de las cuatro que fue incluida en la Antología de Poesía Española que Gerardo Diego publicó en 1934, donde aparece junto a Ernestina de Champourcín como únicas representantes de la poesía escrita por mujeres. Pero, esta canaria que con 20 años publicó Versos y estampas, con el prólogo de Pedro Salinas, fue una artista completa y conjugó durante toda su vida la escritura con el cine, el teatro, el canto, la dirección o el doblaje. En todo caso, ni siquiera el paso por la mediática pantalla televisiva, en una serie mítica en nuestro país como Anillos de Oro en Televisión Española, o ser la voz española de Marlene Dietrich le supuso el reconocimiento en el imaginario colectivo de nuestra sociedad como una de las artistas más completas de nuestro país.

Porque, “¡cuánta fuerza desarrollaron estas mujeres!”, decía Francisco José Pantión. Sin embargo, la historia, y sobre todo, la dictadura franquista, las silenció, y aún permanecen olvidadas. En la mayoría de los casos, relacionadas con sus parejas: Timoteo Pérez Rubio -artífice del exilio de los cuadros del Museo del Prado durante la Guerra Civil- y marido de Rosa Chacel; Juan Ramón Jiménez -Nobel de Literatura en 1956 y guía para los escritores de la Generación del 27-, marido de Zenobia Camprubí; Rafael Alberti -poeta universal-, de María Teresa León; y Ramón Corroto -menos conocido- de Josefina de la Torre.

Atendiendo a la fama de sus maridos, Zenobia y María Teresa han sido las más populares pero siempre como compañeras, por el expreso reconocimiento de sus maridos como inspiradoras, musas, “facilitadoras” de su obra. Aún hoy, Zenobia aparece como ayudante de su marido en la traducción de la obra del Nobel Rabindranath Tagore, cuando “Juan Ramón no tenía ni papa de inglés”, aunque “ella siempre le otorgaba la calidad literaria de las traducciones”, explicaba Pantión. La doble discriminación por ser mujer y por su ideología, ha estado muy presente en la vida de María Teresa León -responsable desde numerosos organismos de democratizar la cultura, el teatro y las letras y fuerte activista política- y de Rosa Chacel -quien firmó el Manifiesto de los intelectuales antifascistas, colaboró con la prensa republicana e, incluso, trabajó de enfermera, hasta que tuvo que exiliarse como María Teresa-.

Así pues, su legado engloba una producción literaria que abarca distintos géneros, otras disciplinas artísticas y un poso cultural que atesoran las cuatro que no termina de visualizarse aún. Y no porque la luz de sus cónyuges sea demasiado fuerte sino, en parte, por la grandeza de estas mujeres.